Últimamente viajo mucho en bus y eso me está llevando a poder elaborar varias teorías sobre la gente a través de sus comportamientos en estos. Mientras que pienso que de los adultos que se sientan atrás del todo hay que desconfiar y que los que te hacen levantar de su asiento estando el autobus vacío son gente, cuanto menos, despreciable tambien pienso que la educación se puede medir a través del teléfono móvil.
No hablo de ninguna aplicación, hablo de la música que escuchas, por ejemplo. ¿No tienes auriculares? ¿No sabes usarlos? ¿No sabes que molestas? Aunque he de reconocer que, gracios a los seres superiores, no me he cruzado con ninguno de estos en mis viajes largos. Con los que sí me cruzo muy a menudo son con los que gritan sus llamadas de teléfono. Esa gente que no necesita móvil, porque si elevan un poco más el tono lograrían hablar con Washington sin pagar conferencia. Y es de ellos de quien me quiero vengar...
Bueno, de ellos en general no, sino de una chica que iba ayer sentada detrás de mí. Que tampoco es venganza... es ya desesperación ante la gente que ya les da igual hasta el tema que van a gritar. En fin. Con todos ustedes...
LOS GRITOS DE GLADIS
(Que no se llamaba Gladis, pero es lo de menos)
(Que no se llamaba Gladis, pero es lo de menos)
Autobus Zaragoza-Tarragona. 17.35 h. Me siento en la parte trasera del bus. Un poco más alante, a la izquierda, hay un Dios hecho hombre, detrás de él otro hombre a secas. Justo detrás de mi hay una chica y, al fondo, otro chico joven. El resto del autobús está por alante.
Saco mi libro, leo dos líneas y Gladis entra en acción. Llama a una amiga, que la espera en Tarragona. Gladis lleva la maleta mal hecha, casi pierde el bus. Anoche salió con una amiga, su novio y el hijo de esta. Bebió mucho. "No me queda casi batería, dime la dirección de tu casa rápido". Suspiro aliviado. La dirección que repite (gritando, claro) está cerca de la estación. Ella dice no llevar dinero para un taxi. Su amiga se lo pagará. Repito, la dirección que grita está cerca de la estación. Fin de la llamada uno.
Gladis llama a otra amiga. "No me queda batería casi" grita de nuevo. Le cuenta que en Ecuador le robaron el bolso, que su tarjeta de crédito está rallada y que ha perdido el cargador. Le grita lo borracha que estuvo la noche anterior y lo rápido que se ha hecho la maleta. Cuando todo parece indicar que la conversación va a ser idéntica, Gladis introduce nuevos datos: Su amiga de Tarragona le paga el billete a Londres para que juntas hagan un curso de idiomas allí. Antes pasaran un día en la playa. Empiezo a pensar que Gladis se aprovecha de su amiga. Fin de la llamada dos.
Correcto. Gladis no tiene batería, así que sus llamadas a gritos en medio de un autobús de larga distancia (con gente dormida, leyendo, escuchando música o a punto de hacer, en silencio, cualquiera de estas cosas) están a punto de acabar. Pero no. Nuestra querida amiga Gladis llama de nuevo a su amiga de Tarragona. Le recuerda la poca batería que le queda y, a partir de aquí, pierde toda la vergüenza que puede tener una persona y es por eso que aprovecho este lugar público para que, si alguien conoce a Gladis, la que vino ayer en el bus, le mande callar o la señale con el dedo. Mención especial para su madre: señora, deje de leer o educe a su hija.
Gladis le comenta a su amiga que el novio de su madre la va a llamar. Resulta que el hombre abrio "una casa de chicas" en Madrid, pero no tenían casi clientes y todas las chicas se le fueron. Gladis, alma caritativa, dijo que tenía una amiga que tenía "casas por toda España" y que podía llamarla. "Pero no les digas nada de mi, eh. Yo soy una niña buena" dice Gladis. Empiezo a pensar que Gladis es prostituta. Sigue contándole a su amiga que el novio de su madre se ve perdido, que es nuevo en esto y no sabe muy bien como hacerlo... La amiga le debe aconsejar o algo, porque Gladis, afortunadamente, deja de gritar por unos instantes.
Estaba yo metido en mi lectura, casi había olvidado a mi compañera de atrás cuando ella, sin previo aviso y con la máxima sonoridad suelta la mayor de las carcajadas. El hombre que era hombre a secas se gira asustado. No, no es un gag de Vida Loca, me gustaría decirle con la mirada. Pero no se decir esas cosas con la mirada. Gladis vuelve a entretenernos con sus gritos. Le pide a su amiga (la que le va a pagar el taxi, el viaje a Londres y tiene muchas casas de chicas por España) otro favor más: "no le digas como nos conocimos, que se lo dirá a mi madre". Empiezo a pensar que Gladis y su amiga se conocieron en el trabajo. Tampoco quiere que le diga que se van juntas a Londres: "Dile que al principio sí, pero que al final no puedes por dinero" Termino de pensar que Gladis y su amiga se conocieron en el trabajo. "No le digas nada a mi madre de lo de su novio, que si se entera le da algo" dice Gladis para zanjar el tema.
Ya ningún grito más me podría sorprender, o eso creía yo hasta que se puso a relatarle sus aventuras en Ecuador. Resulta que, nuestra ya amiga Gladis, se fue a recuperar allí de una operación (no grito de que, lo siento). Ella iba sin idea de salir pero ya la primera noche conoció a un chico. Conoció a un chico cada noche. Uno de ellos (que ya tenía dos hijos de distintas madres) eyaculó dentro de Gladis sin usar preservativo. No se que dirá su amiga, pero Gladis se ríe.
Y en este momento, cuando quizá este a punto de descubrir los posibles nombres de sus posibles hijos, cuando Gladis quizá iba a hablar sobre su relación con Berlusconi... se quedó sin batería. Una lástima, pero afortunadamente Gladis me dejó seguir leyendo.
No se si aprenderá ingles, si al novio de su madre le irá bien el negocio ni si el ecuatoriano que conoció tendrá en unos meses un hijo más... pero seguro que el resto del autobús está ahora igual de intrigado que yo.
Gente del mundo, por favor: no griteis en el autobús.
Gladis, tú menos.
6 comentarios:
Entrar en un autobús es como entrar en una dimensión paralela. Nunca sabes que encontrarás ni quien “vivirá” allí. ¡Y te lo digo yo, que cada día voy en uno! Incluso escribí alguna cosa en mi blog acerca de ello...
Pero como tu Gladis creo que no he conocido a nadie. Un personaje de lo más curioso y realista (¿realista? Qué triste sociedad…). Sin duda sería una buena amiga del yonki que conocí una mañana, o el vendedor de ordenadores de segunda mano cuyos negocios por móvil también escuché. O de la mujer indignada por la tardanza del bus, o del grupo de amigos que iban juntos en el reformatorio o... o vaya, de muchos jeje.
Y por cierto: ¡muy bien escrita la historia! Me he reído un montón jaja.
Que de cosas os pasan en un autobús... Dios, si podeís casi escribir un libro más que un blog.
Jajaja!
Lei tu entrada sobre los buses en tu blog, Arnau. ¿La primera, no?
Y Lluisa... supongo que serán las consecencias de no tener coche propio, jejeje.
Gracias a los dos por comentar.
Me encanta como escribes, Fran, y en esta entrada te has soltado.
Me he reído mucho.
Buen trabajo.
Y gracias a Gladis, por contarte su historia, y tú contárnosla a nosotros.
La verdad que en los autobuses te encuentras con personajes bastante curiosos...sin ir más lejos, esta tarde tenia al otro lado de un pasillo a un hombre que cada dos por tres se cambiaba de asiento, ahora al lado de la ventana, ahora al lado del pasillo...¿porqué lo hacía? ni idea la verdad
por cierto, soy marta, ya sigo tu blog de manera oficial ;)
Muchas gracias a las dos por comentar! :D
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