lunes, 7 de marzo de 2011

A la sombra.

Se conocieron sin querer, fue una de esas casualidades que te cambian la vida. Elvira estaba haciendo barro en aquel rincón, aquel en el que Aitor quería plantar su semilla. Casi sin mediar palabra los dos estaban cavando el agujero para plantarla. Sin palas ni rastrillo, con las manos. Con las manos es con lo que se hacen los mejores agujeros del mundo, y así es como ellos hicieron el suyo. Hablando y hablando, riendo y riendo. Sin darse cuenta habían hecho un agujero enorme. “Casi llegamos al mar” dijo Aitor. Cuando creyeron que ya estaba listo para introducir la semilla Aitor se metió la embarrada mano al bolsillo y sacó un hueso de aceituna. Elvira hubiera preferido otra cosa, la verdad. Un rosal, por ejemplo. Pero afortunadamente no dijo nada y los dos continuaron con la plantación.
Siguieron juntándose en aquel rincón tarde tras tarde para regarlo, mimarlo y, como decía Elvira “hablarle para que crezca más sano”. Lo que ellos no sabían es que ese simple olivo iba a crecer junto a su amistad y que hoy, doce años después, sentarse a la sombra de ese olivo, a que este los cuide a ellos, era de las cosas más maravillosas que ambos podían hacer.
Quizás el olivo no sea el árbol más bonito del mundo, ni el más alto ni el más fuerte, pero Elvira y Aitor sólo necesitan su sombra. Podían prescindir hasta de las sabrosas aceitunas de que disponía. Sólo la sombra. Sólo la amistad.

7 comentarios:

andreu 3 dijo...

que bonito !!!!

Yagoloro dijo...

¡Qué chulo Frantxu! :D
Me ha gustado mucho, sí, ^^

Virgos dijo...

ooooh, gracias Fran!.
Es muy bonito :)
Ya sabes que aquí tienes otro fan

Unknown dijo...

Que bien escribes. Me encanta!!!

Sandra dijo...

Maravilloso :)

Sergio Granero Nogueras dijo...

He tenido mucho miedo mientras lo leía, pero por el final que me esperaba de ti!

Es genial ;)

Sandra Herrero dijo...

Me ha gustado mucho el final Fran!